Todo está en el origen

Por Marcela Costa Peuser - Arte Online

“Elijo el árbol, la semilla y la madera como metáfora de la búsqueda y el reconocimiento del SI MISMO, como punto de partida del que surgen todas las cosas”, afirma María Torcello, escultora autodidacta, nieta de Josefina Robirosa. Su acercamiento al arte fue como una herramienta de autoconocimiento y expresión del ser y, la madera es su medio para lograrlo. “El punto o semilla como origen que contiene la pura potencialidad. Encontrar ese punto pequeño, ese centro diminuto donde se encuentra el uno y lo múltiple, el origen donde radica la liberación. Sentir la maravillosa fuerza divina que nos mueve, nos transforma, nos contiene, nos empuja y no eleva desde muchos y diferentes aspectos.” 

La muestra que hoy presenta en Oda, curada por Irene Gelfman, conmueve porque respira esta filosofía de vida. “La muestra intenta trasmitir el pensamiento de María”, explica la curadora: “Este proceso de transformación y transmutación que tenemos todos para llegar a un lugar más elevado y de plenitud total; un camino que se logra a través del pulido (en el caso de la madera) y de aprendizaje y pensamiento (en el caso del hombre) para lograr un estado pleno, llegar a un lugar más elevado. También pensar la vida no como un ciclo que termina en muerte, sino que siempre hay posibilidad de reinicio”. Es por eso que la obra que nos recibe al trasponer la gran puerta de la galería es un Uróboro, símbolo que está presente en varias culturas ancestrales y que habla del ciclo eterno de las cosas de la circularidad de la vida; del renacer y que muestra didácticamente el proceso de trabajo de la artista. Cómo, a partir de un bloque de madera, la artista va encontrando la forma con distintas herramientas y la pule hasta que, finalmente, se convierte en obra. Un proceso largo y arduo que conlleva una búsqueda (de la forma), un encuentro (con la materia) y mucha meditación (durante el proceso de lijado).

En la sala de la galería de un blanco impoluto, convertida ahora en portal, se exhiben once piezas de madera rojiza de urunday. Algunas de ellas se insinúan detrás de un gran velo que recorre el espacio. El paisaje sonoro de la artista mexicana Elena Vargas, entre cuencos y canto de pájaros, completa el clima de elevación preparándonos para un tiempo de contemplación. “Cada una de estas piezas está realizada en madera recuperada”, aclara Torcello “en este caso son vigas urunday que le compré a Cristina Piceda y que estuvieron estacionadas en su taller durante más de 30 años”. Disfruta de investigar y reconstruir la historia de lo que fue ese árbol, a través de sus anillos y sus cicatrices, las huellas propias de la naturaleza como las dejadas por la mano del hombre: “he llegado a encontrar desde hormigas hasta clavos y alambrado.” Todo está allí, sólo hay que descubrirlo.

Para concebir esta muestra tomó la forma orgánica de la semilla como metáfora de la vida. “Allí está todo el potencial y, de la misma manera que la semilla se vuelve árbol, nuestro ser físicomaterial se vuelve espíritu si se dan las condiciones propicias.” Para María Torcello es importante tomar consciencia de nuestra relación profunda con la naturaleza, de los patrones existentes en todo aquello que vive, de la conexión entre el cielo y la tierra. Ella trabaja en la madera como un encuentro con ella misma con el convencimiento profundo que todo está en origen.  

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