Yo pinto.
Desde hace años, desde que era chica, desde que era distinta a como soy ahora, durante todo el tiempo que estuve construyendo esto que soy, esto que pinto.
Para mí, esta pintura que saco de mi casa, de mi taller, esta pintura que cuelgo delante de la gente, no es mi ropa.
Ni siquiera mi piel o mi cabeza.
Mi pintura soy yo y esto suena tan simple que no sé si debo decirlo.
Pero debo decirlo para que se entienda por qué no puedo hablar de mi pintura.
Sería como pararme delante de la gente a hablar de mí y esa tarea me llevaría otros 34
años con sus días y sus noches y uno nunca sabe bien algunos días y no hablemos de los sueños.
Además, sería otro oficio.
Además, está el pudor.
También está mi pintura colgada de las paredes, de los techos.
Cuando uno está seguro, no hay pudor que valga.
Me llamo Josefina Robirosa. Soy Josefina Robirosa.
Mi pintura se llama como yo.
Yo soy esa pintura y que Dios me ayude.
Bio +
Buenos Aires, 1932 – 2022
Estudió pintura con Héctor Basaldúa y Elisabeth von Rendell.
Su primera exhibición individual fue en la Galería Bonino de Buenos Aires en 1957, luego expuso en las Galerías Rubbers, Ruth Benzacar y los últimos años en Oda.
En 1957 formó parte del grupo llamado “Siete pintores abstractos» formado también por Marta Peluffo, Rómulo Macció, Clorindo Testa, Víctor Chab, Kazuya Sakai y Osvaldo Borda.
Formó parte del grupo de artistas del Instituto Di Tella porteño que revolucionó la percepción artística de la Argentina de los años 60.
Realizó murales en edificios públicos, en dos estaciones de subterráneos en Buenos Aires y en la Estación Argentina del Metro en París, y sus obras figuran en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Museo Genaro Pérez de Córdoba y Museo de Tres Arroyos en Buenos Aires, Argentina. En la Colección ITT, N.York; Albright Knox, Búfalo, EE. UU.; Neiman Marcus y Chase, Manhattan, Estados Unidos y Thyssen en Suiza.
En 1997 tuvo una muestra retrospectiva de Pintura en el Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, Argentina y en 2001 en la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta.
Durante ocho años fue directora del Fondo Nacional de las Artes y fue Miembro Académico Emérito de la Academia Nacional de Bellas Artes.
Premios:
2016 – Premio a la Trayectoria Artística en la disciplina de Artes Visuales otorgado por el Fondo Nacional de las Artes
2012 – Premio Konex Mención Especial a la Trayectoria en Artes Visuales
2001 – Premio Fundación Banco Ciudad a las Artes Visuales – Mención Honorífica del Jurado.
2001 – 90.º Salón Nacional de Artes Visuales – sección Pintura: 2.° Premio
1968 – Premio Codex de Pintura Latinoamericana – Museo de Bellas Artes
1967 – 2.° Premio Salón Nacional de Artes Plásticas, Bs. As. Argentina
Galerías de Obras
INFORMALISMO
Dibujos y pinturas (1956 – 1963)
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Las obras del año 1956, son del momento en el cual Robirosa recorría sus veinte años y daba sus primeros pasos en el medio artístico de Buenos Aires. En esa época resonaba la vigencia de la explosión del arte abstracto geométrico de mediados de los años cuarenta, y se propagaban diversos modos de abstracción lírica.
A ese momento pertenece un conjunto de obras sobre papel de tamaño entre pequeño y mediano. La artista se valió de líneas de tinta muy finas y sutiles, con algunas breves intervenciones de tempera o acuarela de color blanco, gris o azul. Recurrió también a ínfimos toques de tipo puntillista. Josefina Miguens –como firmaba en ese entonces– practicaba una abstracción cálida, en oposición a la fría geometría; de expresión espontánea, inmediata, en un tono contenido y sutil. Utilizaba finas líneas, que disponía, a menudo, en círculos y de manera rítmica. Trazaba espirales siderales con energías restallantes, que plasmó en témperas, dibujos y monocopias.
LOS AÑOS 60 y 70
Pinturas y tapices
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Hacia 1967 experimentó en pintura con líneas, franjas de colores y juegos geométricos que se alternaban creando volúmenes, una versión de arte óptico. En esa vertiente, se lanzó a la tridimensionalidad con esferas de material sintético de un tamaño menor a un metro de diámetro. Se trata de objetos que se aproximan al arte pop. Luego, abandonó los volúmenes y lo óptico continuó sobre el plano. Líneas, figuras sintéticas, aparición del cuerpo humano, juegos de luz, ópticos y geométricos. De 1969 a 1975 se recluyó en un replanteo de su obra que gestó un cambio radical de su imagen, el cual surgió a través del dibujo.
En 1964 Gracia Cutuli junto a Jack Mergherian fundaban la Galería El Sol, la primera en América dedicada al arte textil. Hasta ese entonces ninguna galería de arte se animaba a mostrar tapices. La Galería El Sol invitaba a los artistas a diseñar cartones, sin ningún costo, y luego los diseños se tejían en el taller para exponer en la galería. Josefina Robirosa fue una de las artistas seleccionadas, junto a otros artistas destacados, haciendo su muestra de tapices en el año 1973.
LOS AÑOS 80 y 90
Serie Los Bosques
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Desde 1978, Robirosa desarrolló la mítica serie de los bosques, cuyas obras tienen como común denominador imágenes aéreas de conjuntos de árboles a partir de un tratamiento tanto abstracto como figurativo, nunca realista. La imagen aparece a través del trazo corto, semicircular y abierto, de lápiz, tinta, o pintura. A ese alfabeto magmático lo organizó a través de puntos de vista peculiares, de miradas sesgadas, casi aéreas, de la parte superior de las copas de los árboles, que se plasmaron a través de modos compositivos diversos y originales. En Hasta aquí, 1978, inicio de la serie, la fronda boscosa se inscribe a partir de una figura geométrica parcial y la supera. Se suceden panes boscosos individuales, con calles marcadas por halos de luz coloreada que los separan, recortes singulares y hendiduras en el paisaje, entre otros. La gran serie de los bosques identifica gran parte de la trayectoria de Josefina Robirosa desde 1978-1980. Surge el interrogante hipotético de identificación con el paisaje argentino, aunque sea de difícil respuesta. Lo onírico, lo surreal, lo contemplativo, lo meditativo, son parte de su proyecto poético. Picada, 1980, perteneciente a la colección del Museo Nacional de Bellas Artes, es un ejemplo paradigmático de la serie. Una fronda maciza con una hendidura recta –nuevamente la geometría– la atraviesa en diagonal, como si la mano del hombre o el capricho de la naturaleza hubiesen realizado el diseño.